Oficialmente la historia del Norfolk terrier comienza en 1964, cuando el Kennel Club inglés lo reconoce separándolo del Norwich terrier, con el cual constituía una única raza, con la variante de las orejas, que el Norfolk lleva caídas y el Norwich erguidas. Pero las diferencias, como justamente se hacía notar, no consistían sólo en esto, sino también en el comportamiento y en el carácter, habiendo quienes afirmaban que el tipo con las orejas caídas había sido fijado mucho antes que el propio Norwich, aportando como prueba un cuadro de 1857 de T. G. Hepper que muestra algunos Brow terrier, perros muy similares a los actuales Norfolk. La difusión de este simpático perro es bastante difícil debido a que los criadores ingleses son bastantes remisos a ceder sus ejemplares. La dificultad de obtener cachorros estriba en el hecho de que las camadas no son muy numerosas convirtiendo a este perro en algo casi "precioso".